La industria vitivinícola mundial moviliza más de 300.000 millones de dólares y ejerce una importante presión sobre los consumidores.
El sector agrícola puede promover la viticultura regenerativa, dando cuenta de sus éxitos en términos de sostenibilidad. En ese sentido, los productores de vino están formando alianzas para impulsar de forma conjunta la agricultura regenerativa.
A partir de 1980 se acuñó el término agricultura regenerativa. Actualmente, la viticultura regenerativa está ganando impulso rápidamente como estrategia de cultivo positiva para la naturaleza.
Si bien la agricultura regenerativa está relacionada con la sostenibilidad y se basa en prácticas orgánicas y biodinámicas, no hay una definición única de viticultura regenerativa. Es más, un análisis realizado en 2020 de 229 artículos y sitios web del sector dio cuenta que la principal forma de definir la agricultura regenerativa no se basa en normas sobre lo que está permitido o no, sino en resultados: a saber, el resultado de mejorar la salud del suelo, incluida la materia orgánica del suelo.
Con esta perspectiva basada en resultados, los objetivos clave de la viticultura regenerativa son ejes de restauración de la salud del suelo, eliminando el daño de la industrialización de las últimas décadas y adaptándose e intentando mitigar los efectos del cambio climático.
El clima y la agricultura convencional
Hace años, los fertilizantes sintéticos revolucionaron la agricultura, permitiendo la fijación de nitrógeno a escala. Sin embargo, estos fertilizantes degradaron los suelos y contribuyeron a las emisiones de gases de efecto invernadero mediante la lixiviación de nitrógeno en los cursos de agua, destruyendo la estructura del suelo y sus microbiomas, provocando la erosión, y contribuyendo al 1-2% de toda la energía utilizada a nivel mundial con emisiones de efecto invernadero asociadas.
Un estudio realizado demostró que, dadas las tendencias actuales de degradación, sólo quedan 60 años de suelo, ya que se necesitan 1000 años para generar 3 cm de suelo.
Asimismo, la viticultura industrializada generó una fuerte pérdida de biodiversidad junto con la proliferación de monocultivos, por lo que muchas bodegas están plantando árboles y setos para recrear la diversidad de flora y fauna que tenían sus viñedos hace décadas.
Por último, pero no por ello menos importante: el cambio climático supone un riesgo existencial para el 90% de las regiones vinícolas de las zonas costeras y bajas de España, Italia, Grecia y California debido a las sequías y las olas de calor extremas.
Garantizar la salud del suelo
El suelo contiene ecosistemas complejos que integran las interacciones entre la vid y sus raíces y los microbios del suelo. En este punto, las raíces actúan como embajadoras entre lo que ocurre debajo de la tierra y la vid arriba y permiten muchas actividades vitales, desde el intercambio de nutrientes, la señalización de toxinas y las defensas inmunitarias, hasta la fijación del carbono.
Asimismo, en todo el suelo hay determinados hilos de grandes organismos fúngicos conocidos como redes micorrícicas, que unen las plantas individuales entre sí para transferir agua, nitrógeno, carbono y otros minerales.
La calidad del suelo también repercute en el ciclo de los nutrientes y en el almacenamiento de materia orgánica, y todos los factores anteriores también influyen en la erosión, que puede agotar aún más los nutrientes y hacer que las vides sean más susceptibles de sufrir daños en caso de fuertes lluvias, corrimientos de tierra y otros acontecimientos meteorológicos adversos.
La capacidad de retener agua es fundamental para obtener suelo sano. Los dos factores clave de esta capacidad son los suelos arcillosos y la materia orgánica del suelo: un aumento de solo el 1% en la materia orgánica del suelo puede hacer que el suelo retenga alrededor de 68.000 litros extra de agua por acre. Esto será cada vez más vital a medida que el cambio climático provoque temperaturas más cálidas, mayor escasez de agua y sequías más frecuentes y persistentes.
Tras el aumento de la biodiversidad que va desde la plantación de cultivos de cobertura y árboles hasta la introducción de insectos y animales beneficiosos; se crea lo conocido como servicios ecosistémicos. Tales servicios benefician a la vid y a su entorno, ya que ayudan a fijar el nitrógeno en lugar de fertilizantes, ayudan a retener el agua, evitan la erosión del suelo y atraen insectos y aves que pueden ayudar a suprimir los patógenos del suelo y combatir las plagas de la vid.
En resumen, trabajar por terrenos sanos y fértiles es uno de los principales aspectos para enfrentar las consecuencias del cambio climático. En este sentido, los productores actualmente cuentan con diferentes herramientas tecnológicas que permiten monitorear los campos y evaluar la calidad de los cultivos.