Con el tiempo el olivo se ha convertido en uno de los cultivos más destacados de Argentina, con un potencial enorme que sigue creciendo.En ese crecimiento, la tecnología cobra un valor especial con el objetivo de darle un valor agregado al aceite de oliva, mejorando la productividad y calidad desde el campo.
En relación a la producción de olivo, en los valles áridos de Catamarca, la investigación y la innovación han permitido maximizar el rendimiento productivo, debido también a la incorporación de tecnologías que hacen posible que el aceite de oliva siga destacándose a nivel global.
El contexto productivo del olivo en Argentina
Según datos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el país tiene una producción anual de 40.000 toneladas de aceitunas. San Juan lidera el ranking, con un 34% del total, seguida por La Rioja con un 28%, Catamarca con 15%, y Mendoza con 10%. En menor medida, Buenos Aires y otras provincias completan el mapa productivo.
En cuanto a las exportaciones, Argentina ocupó el 8° lugar entre los países exportadores del mundo en el 2023 y registró en el primer semestre de 2024, 7,4 millones de kilogramos de aceite de oliva exportados, con un valor de U$S 54 millones. Si bien el volumen de exportación cayó un 12%, el valor en dólares aumentó un 27%, demostrando la creciente demanda de aceite de alta calidad.
El proceso productivo del olivo
Para obtener el aceite de oliva, el primer paso es contar con un riego preciso, donde la tecnología de goteo automatizado juega un rol clave, asegurando que cada planta reciba la cantidad justa de agua en un entorno árido. Esto es fundamental para que las aceitunas lleguen a su punto óptimo de maduración.
Las aceitunas se recolectan cuando están maduras, y rápidamente pasan por un proceso de molienda, donde se trituran para extraer el aceite. El tiempo es crucial: cuanto más rápido se procesan las aceitunas, mayor es la calidad del aceite. Este cuidado meticuloso en cada etapa del proceso garantiza que el aceite conserve su sabor fresco, su aroma característico y sus propiedades antioxidantes.
El cultivo del olivo y su adaptación al clima
Catamarca, con sus 12.000 hectáreas de olivos repartidos en los valles de Pomán, Tinogasta, Andalgalá y el Valle Central, ha sido el epicentro de la investigación y el desarrollo en la producción olivícola.
A lo largo de los años, integrantes del INTA de Catamarca han trabajado en la construcción de variedades de olivo que se adaptan perfectamente al clima árido y semiárido de la región. Este tipo de adaptación no solo es importante para la supervivencia de las plantas, sino que también impacta directamente en la calidad del aceite.
Según los especialistas, esta selección se basa en observar cómo las plantas responden a las condiciones locales. De esta manera, los investigadores seleccionaron individuos con características sobresalientes, como alta producción, menos alternancia productiva y mayor contenido de aceite en sus frutos. Y así pudieron observar que se desarrollan plantas capaces de enfrentar los desafíos climáticos de la zona, produciendo aceitunas que, al llegar a las almazaras, se convierten en aceites de muy buena calidad.
Para que los olivos den lo mejor de sí, el INTA ha diseñado una serie de estrategias que hacen la diferencia. Además de la selección de variedades adaptadas, se han mejorado las tecnologías de riego para que cada gota de agua se aproveche al máximo en los valles secos de Catamarca.
Asimismo, se ha modernizado el manejo de los olivares con técnicas que facilitan la mecanización de tareas como la poda y la cosecha, ahorrando tiempo y esfuerzo.
Esto ha sido clave en los sistemas de plantaciones intensivas y súper intensivas, donde la mayor densidad de olivos demanda un manejo eficiente. Así, no solo se aumenta la productividad, sino que también se reducen costos de mano de obra y tiempo en tareas que, de otra manera, serían más costosas y lentas.
En resumen, Catamarca, con su tradición y su innovación, está liderando esta transformación productiva en la producción de olivo, demostrando que es posible producir aceites de alta calidad, aprovechando al máximo los recursos disponibles y minimizando el impacto ambiental.