Reporte Cultivo

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Cambio Climático

La adaptación del tomate chileno al cambio climático

Según diferentes investigaciones, se puede observar cómo el tomate tradicional se desarrolla pese a las consecuencias del cambio climático.

Un estudio reciente ha señalado rasgos importantes en variedades tradicionales de tomate chileno que podrían ser esenciales para el desarrollo de cultivos más resilientes al cambio climático. 

En esta línea, los investigadores de INIA La Platina evaluaron veinticuatro tipos de tomate local para comprender mejor cómo rasgos vinculados a los racimos de flores y cuaja de frutos, indicadores de rendimiento y las etapas de desarrollo, se comportan en condiciones adversas.

Este estudio es fundamental en un escenario en el que los rendimientos de las variedades modernas de tomate, al igual que en otras especies agrícolas, parecen haber alcanzado un límite. 

En este sentido, el rol histórico de los centros de investigación agrícola cobra relevancia, al enfocar sus esfuerzos en incrementar la producción nacional de alimentos para evitar aumentos importantes en su precio.  

Con dicho objetivo, los expertos decidieron mirar hacia las variedades tradicionales de Chile depositadas en la Unidad de Recursos Genéticos y Banco de Germoplasma La Platina de INIA, un recurso genético con alta diversidad, subutilizado y parcialmente incluido en colecciones internacionales.

A diferencia de la clasificación habitual de las variedades locales de tomate, que se basa en la forma de los frutos o el territorio de origen y que no ha mostrado una relación directa con su rendimiento agrícola; el estudio realizado sobre los tomates chilenos tradicionales, define grupos genéticos de tomate que comparten características fisiogenéticas específicas. 

Estos aspectos son esenciales para la agricultura, ya que los centros primarios de diversidad genética pueden ser cruciales para una adaptación sostenible de la agricultura ante el cambio climático.

El estudio realizado también permitió estimar la capacidad de las plantas para compensar entre el tamaño y la cantidad de frutos, es decir, ajustar su producción en función de las condiciones ambientales. 

De esta forma, se hallaron importantes diferencias respecto de cómo las temperaturas afectan la formación de racimos, lo que puede ser determinante al momento de elegir la mejor variedad de tomate para enfrentar situaciones climáticas adversas o recomendar variedades con adaptación a diferentes zonas agroecológicas.

Este trabajo de INIA La Platina, fue destacado por su aporte al conocimiento por el comité editorial de Agronomy. La investigación ofrece una hoja de ruta para mejorar la producción de tomate, mediante el uso de esta genética en el desarrollo de nuevas variedades, sumado al uso de insumos y prácticas de manejo agronómico sustentables, lo que podría ser clave para enfrentar los retos del cambio climático.  Los autores de la investigación destacaron que sus hallazgos abren nuevas perspectivas para fortalecer la resiliencia de la agricultura chilena. 

El desarrollo de tomates burdeos

Un tomate chileno, cuyo fruto, hojas, raíces y hasta sus flores son burdeos, se está desarrollando en Chile.

Francisca Parada, Doctora en Ciencias Biológicas es quien llevó a cabo el trabajo en este proyecto desde su posdoctorado en la Universidad de Chile, y ahora pretende seguir con esta investigación en el Centro de Estudios Avanzados en Fruticultura (CEAF). 

La ingeniera en biotecnología utilizó este aspecto primero como un biomarcador, para identificar más rápidamente las características genéticas y cambios en su desarrollo, precisamente por el poco tiempo que tienen estos proyectos y el financiamiento limitado. 

Por esto, para no tener que hacer extracción de ADN y PCR para cada prueba usó un marcador visual para identificar rápidamente las plantas que fueron efectivamente transformadas genéticamente. La molécula que se acumula es la betalaína, pigmento que genera el color característico de la betarraga y que tiene un gran poder antioxidante.

Este desarrollo de tomate burdeos, más que una novedad visual o comercial, tiene un objetivo más bien relacionado al contexto de sequías, cambio climático, y la necesidad de desarrollar mejores alimentos para la población. 

Para lograr mejores resultados, la especialistas utilizó estrategias diversas para poder trabajar con mayor rapidez. Primero, que sea visualmente fácil de determinar cuáles son las plantas que están transformadas, y usando también herramientas tecnológicas novedosas como la biología sintética o CRISPR/Cas-9. 

Durante su investigación ha trabajado desde 2016 con hormonas vegetales, específicamente brasinoesteroides, que es una hormona que está involucrada en el crecimiento vegetal, señala que esta hormona también es conocida por participar en la maduración de los frutos, a la resistencia al estrés, ya sea por salinidad, por sequía, por golpe de calor o por metales pesados, entre otras funciones fisiológicas. 

La idea de la profesional fue generar estos tomates para modificar el metabolismo de esta hormona, cambiando la  expresión de un par de genes, y evaluar si es que estos cambios generan mayor tolerancia a la sequía. 

La investigación generó alrededor de 30 líneas clonales distintas, que se realizan in vitro y posteriormente se traspasan a invernadero en sistemas hidropónicos, donde se realiza el seguimiento.

La mayor dificultad es que el tomate, si bien no es un cultivo anual como las vides, para generar plantas adultas clonales demora alrededor de diez meses, por lo que queda muy corto de tiempo en un proyecto. 

Como resultado del trabajo investigativo, la especialista afirmó que una de las formas para poder acelerar el mejoramiento genético, acorde a la velocidad de los cambios climáticos que están ocurriendo, es usar tecnologías de edición de genoma que acortan la generación de una nueva variedad vegetal de unos 10 a 5 años.

En resumen, se puede decir que expertos están trabajando en diferentes proyectos para lograr que los cultivos sean más resilientes a los efectos ocasionados por el cambio climático.